Tamaño
Tamaños de ciclones tropicales
ROCI Tipo
Menos de 2 grados de latitud Muy pequeño/enano
De 2 a 3 grados de latitud Pequeño
De 3 a 6 grados de latitud Mediano/Medio
De 6 a 8 grados de latitud Grande
Más de 8 grados de latitud Muy grande[14]
Una medida del tamaño de un ciclón tropical se obtiene midiendo la distancia desde su centro de circulación hasta la última isobara cerrada, también conocida como su ROCI (sigla que corresponde al inglés Radius of Outermost Closed Isobar). Si el radio es menor que dos grados de latitud o 222 kilómetros, entonces el ciclón se considera "muy pequeño" o "enano". Radios entre 3 y 6 grados de latitud o entre 333 y 666 kilómetros hacen que el ciclón sea considerado de "tamaño medio". Los ciclones "muy grandes" tienen radios mayores que 8 grados u 888 kilómetros.[14] El uso de esta medida ha determinado que el tamaño medio de los ciclones tropicales del Noroeste del Pacífico es el mayor de todos, siendo aproximadamente el doble que el de los que se producen en el Atlántico.[15] Otros métodos para determinar el tamaño de un ciclón tropical incluye la medida del radio de los vientos del vendaval y midiendo el radio al que su vorticidad relativa decrece a 1•10-5 s-1 desde su centro.[16] [17
Formación
La formación de ciclones tropicales es el tema de muchas investigaciones y todavía no se entiende perfectamente. Seis factores generales son necesarios para hacer posible la formación de ciclones tropicales, aunque ocasionalmente pueden desafiar a estos requisitos:
1. Temperatura del agua de al menos 26,5 °C[37] hasta una profundidad de al menos 50 m. Las aguas a esta temperatura provocan que la atmósfera sea lo suficientemente inestable como para sostener convección y tormentas eléctricas.[38]
2. Enfriamiento rápido con la altura. Esto permite la expulsión de calor latente, que es la fuente de energía en un ciclón tropical.[37]
3. Alta humedad, especialmente en las alturas baja a media de la troposfera. Cuando hay mucha humedad en la atmósfera, las condiciones son más favorables para que se desarrollen perturbaciones.[37]
4. Baja cizalladura vertical. Cuando la cizalladura vertical es alta, la convección del ciclón o perturbación se rompe, deshaciendo el sistema.[37]
5. La distancia al ecuador terrestre. Permite que la fuerza de Coriolis desvíe los vientos hacia el centro de bajas presiones, causando una circulación. La distancia aproximada es 500 km o 10 grados.[37]
6. Un sistema de perturbación atmosférica preexistente. El sistema debe tener algún tipo de circulación como centro de bajas presiones.[37]
Sólo ciertas perturbaciones atmosféricas pueden dar como resultando un ciclón tropical. Éstas incluyen:
1. Ondas tropicales u ondas de vientos del este, que, como se mencionaba anteriormente, son áreas de vientos convergentes con movimiento oeste. Frecuentemente ayudan al desarrollo de tormentas eléctricas que pueden desarrollarse a ciclones tropicales. Muchos de los ciclones tropicales se forman de éstas. Un fenómeno similar a las ondas tropicales son las líneas de distorsión de África Oriental, que son líneas convectivas que se producen sobre África y se mueven al Atlántico.
2. Canales troposféricos superiores, que son núcleos fríos de vientos en capas altas. Un ciclón de núcleo cálido puede aparecer cuando uno de estos canales (en ocasiones) desciende a los niveles bajos y produce convección profunda.
3. Los límites frontales que caen pueden ocasionalmente "atascarse" sobre aguas cálidas y producir líneas de convección activa. Si una circulación de bajo nivel se forma bajo esta convección, puede desarrollarse un ciclón tropical.
Lugares de formación
La mayoría de los ciclones tropicales se forman en una zona de actividad de tormentosa llamada Discontinuidad Intertropical (ITF por su nombre en inglés),[39] Zona de Convergencia Intertropical (ITCZ)[40] o zona de bajas presiones del monzón.[41] Otra fuente importante de inestabilidad atmosférica son las ondas tropicales, que causan sobre el 85% de los ciclones tropicales intensos en el Océano Atlántico,[42] y la mayoría en la región del Pacífico este.[43] [44]
La mayoría de los ciclones tropicales se forman a una latitud entre 10 y 30º del ecuador,[45] y un 87% de los mismos se forman a menos de 20º de latitud, norte o sur.[46] Debido a que el efecto Coriolis inicia y mantiene la rotación de los ciclones, estos raras veces se forman o se mueven hasta los 5º de latitud, donde el efecto Coriolis es muy débil.[45] Sin embargo, es posible que se formen ciclones en esta región si hay otra fuente inicial de rotación; estas condiciones son extremadamente raras y se cree que tales tormentas se forman como mucho una vez cada siglo. Ejemplos de ciclones o tormentas tropicales en estas latitudes son la formación de la tormenta tropical Vamei en 2001 o el ciclón Agni en 2004.[47] [48]
Época de formación
A nivel mundial, los picos de actividad ciclónica tienen lugar hacia finales de verano, cuando la temperatura del agua es mayor. Sin embargo, cada región particular tiene su propio patrón de temporada. En una escala mundial, mayo es el mes menos activo, mientras que el más activo es septiembre.[49]
En el Atlántico Norte, la temporada es diferente, teniendo lugar desde el 1 de junio al 30 de noviembre, alcanzando su mayor intensidad a finales de agosto y en septiembre.[49] Estadísticamente, el pico de actividad de la temporada de huracanes en el Atlántico es el 10 de septiembre. El nordeste del Océano Pacífico tiene un período de actividad más amplio, pero en un margen de tiempo similar al del Atlántico.[50] El nordeste del Pacífico tiene ciclones tropicales durante todo el año, con un mínimo en febrero y marzo y un máximo de actividad a principios de septiembre. En la región del norte del Índico, las tormentas son más comunes desde abril a diciembre, con picos de intensidad en mayo y noviembre.[49]
En el hemisferio sur, la actividad de ciclones tropicales comienza a finales de octubre y termina en mayo. El pico de actividad se registra desde mediados de febrero a principios de marzo.[49]
Duración de las temporadas y promedio de ciclones en cada región[49] [30]
Región Inicio de la temporada Fin de la temporada Tormentas tropicales
(>34 nudos)
Ciclones tropicales
(>63 nudos) Ciclones tropicales de categoría 3+
(>95 nudos)
Pacífico nordeste Abril Enero 26,7 16,9 8,5
Índico sur Octubre Mayo 20,6 10,3 4,3
Pacífico noreste Mayo Noviembre 16,3 9,0 4,1
Atlántico norte Junio Noviembre 10,6 5,9 2,0
Pacífico suroeste - Australia Octubre Mayo 10,6 4,8 1,9
Índico norte Abril Diciembre 5,4 2,2 0,4
Movimiento y recorrido
Vientos de gran escala
Aunque los ciclones tropicales son grandes sistemas que generan una cantidad enorme de energía, su movimiento sobre la superficie se compara frecuentemente con el de las hojas arrastradas por una racha de viento. Es decir, los vientos de gran escala —las rachas en la atmósfera de la Tierra— son responsables del movimiento y manejo de los ciclones tropicales. La trayectoria del movimiento suele conocerse como ruta del ciclón tropical.
La mayor fuerza que afecta al recorrido de los sistemas tropicales en todas las áreas son los vientos que circulan en las zonas de alta presión. En el Atlántico Norte, los sistemas tropicales son llevados generalmente hacia el oeste, por los vientos que soplan de este a oeste al sur de las Bermudas, por la presencia de un área de alta presión persistente. También, en la región del Atlántico Norte donde se forman los huracanes, los vientos alisios, que son corrientes de viento principalmente con dirección oeste, llevan a las ondas tropicales (precursores de depresiones y ciclones tropicales) en esa dirección, desde la costa africana hacia el Caribe y Norteamérica.
Entrada en tierra
Oficialmente, la "entrada en tierra" se produce cuando el centro de una tormenta (el centro del ojo, no su extremo), alcanza tierra. Naturalmente, las condiciones de tormenta pueden sentirse en la costa y en el interior mucho antes de la llegada. En realidad, para una tormenta moviéndose hacia el interior, las áreas de entrada en tierra experimentan la mitad de la misma antes de la llegada del centro del ojo. Para situaciones de emergencia, las acciones deberían temporizarse en relación a cuándo llegarán las rachas de viento más fuertes y no en relación a cuándo se produce la entrada.
Disipación
Un ciclón tropical puede dejar de tener características tropicales de varias maneras:
• Al internarse en tierra, quedándose así sin el agua cálida que necesita para retroalimentarse y rápidamente pierde fuerza. Muchas tormentas pierden su fuerza rápidamente después de entrar en tierra y se convierten en áreas desorganizadas de baja presión en un día o dos. Hay, sin embargo, una oportunidad de regeneración si vuelven a entrar en aguas abiertas. Si una tormenta se sitúa sobre las montañas incluso por un breve espacio de tiempo, puede perder velozmente su estructura. Sin embargo, muchas pérdidas durante las tormentas ocurren en terreno montañoso, ya que el ciclón moribundo descarga lluvias torrenciales que pueden conducir a graves inundaciones y avalanchas de barro.
• Al permanecer durante mucho tiempo en la misma zona del océano, extrayendo calor de la superficie hasta que está demasiado frío para seguir alimentando a la tormenta. Sin una superficie cálida de agua, la tormenta no puede sobrevivir.
• Con una cizalladura vertical, causando que la convección pierda su dirección y el motor de calor se rompa.
• Puede disiparse por ser lo suficientemente débil como para ser consumido por otra área de bajas presiones, rompiéndolo y uniéndose a la misma para formar una gran área de tormentas no ciclónicas. (que sin embargo pueden fortalecerse significativamente).
• Al entrar en aguas más frías. Esto no significa necesariamente la muerte de la tormenta, pero perdería sus características tropicales. Estas tormentas son ciclones extratropicales.
• Al formarse forma una pared del ojo exterior (normalmente a 80 kilómetros del centro de la tormenta), estrangulando la convección hacia la pared interior. Este debilitamiento es normalmente temporal salvo que se reúna con alguna otra condición anteriormente expuesta.
Incluso después de que se diga que un ciclón tropical es extratropical o se ha disipado, puede tener todavía viento con una fuerza de tormenta tropical (u ocasionalmente fuerza de huracán) y descargar abundante lluvia. Cuando un ciclón tropical alcanza latitudes más altas o pasa sobre tierra puede unirse con un frente frío o desarrollarse a ciclón frontal, llamado también ciclón extratropical. En el Océano Atlántico, estos ciclones pueden ser violentos e incluso conservar fuerza de huracán cuando alcanzan Europa como Tormentas de Viento Europeas.
Disipación artificial
En las décadas de 1960 y 1970, el gobierno de Estados Unidos intentó debilitar huracanes con su Proyecto Stormfury por medio del sembrado de tormentas seleccionadas con yoduro de plata. Se pensaba que el sembrado causaría que el agua superenfriada en las bandas de lluvia exteriores se congelasen, causando el colapso de la pared interior del ojo y, así, reducir los vientos. Los vientos del Huracán Debbie redujeron su fuerza un 30 por ciento, pero recuperaron su fuerza después de los dos intentos. En un episodio anterior, el desastre golpeó cuando un huracán, al este de Jacksonville, Florida, fue sembrado, cambiando repentinamente su curso y golpeando en Savannah, Georgia.[51] Dado que había mucha incertidumbre sobre el comportamiento de estas tormentas, el gobierno federal no aprobaría las operaciones de siembra a menos que los huracanes tuvieran menos del 10 por ciento de posibilidades de hacer entrada en tierra en 48 horas. El proyecto fue cancelado después de que se descubriera que los ciclos de reemplazo del ojo ocurrían de forma natural en los huracanes fuertes, provocando dudas sobre los resultados de los experimentos anteriores. Hoy en día, se sabe que el yoduro de plata no tiene efecto porque la cantidad de agua fría en las bandas de lluvia de un ciclón tropical es demasiado baja.[52]
A lo largo del tiempo se han sugerido otras aproximaciones, como enfriar el agua bajo un ciclón tropical remolcando icebergs a los océanos tropicales; tirando grandes cantidades de hielo en el ojo en las fases más tempranas, así el calor latente es absorbido por el hielo en la entrada (base del perímetro de la célula tormentosa) en vez de convertirse en energía cinética a grandes alturas; cubrir el océano con una sustancia que inhiba la evaporación; o golpeando el ciclón con armas nucleares (en esta última no se llevó a cabo porque la radiación sería esparcida rápidamente por el globo). Todas estas aproximaciones sufrieron el mismo problema: los ciclones tropicales son demasiado grandes para que cualquiera de ellas sea práctica.[53]
En 1976 un meteorólogo estadounidense propuso la idea de quemar grandes cantidades de petróleo en el mar para producir un carbón negro que sería liberado en la capa fronteriza del huracán. Así se absorbería el calor solar y el del mar enviándolo a la atmósfera, sólo así se reduciría la intensidad del ojo. Nunca se llevó a la práctica.
Sin embargo, se ha sugerido que se puede cambiar el curso de una tormenta durante las primeras fases de su formación, tales como usando satélites para alterar las condiciones medioambientales, o, siendo más realistas, esparciendo una capa degradable de aceite sobre el océano que evitaría que el vapor de agua alimentase a la tormenta.
Monitorización, observación y recorrido
Los ciclones tropicales intensos son un desafío bastante particular para la observación. Al ser un peligroso fenómeno oceánico, las estaciones meteorológicas rara vez están disponibles en el lugar de la tormenta. Las observaciones a nivel de superficie sólo se pueden realizar si la tormenta pasa sobre una isla o se sitúa en un área costera, o si, desafortunadamente, encuentra un barco en su camino. Incluso en estos casos, las mediciones en tiempo real sólo son posibles en la periferia del ciclón, donde las condiciones son menos catastróficas.
Sin embargo es posible tomar mediciones in-situ, en tiempo real, enviando vuelos de reconocimiento especialmente equipados para introducirse en un ciclón. En la región atlántica, estos vuelos se realizan por medio de los cazadores de huracanes del gobierno de EEUU.[54] Los aviones usados son el C-130 Hércules y el Orión WP-3D, ambos aviones de carga equipados con cuatro motores turbopropulsados. Estos aviones vuelan directamente en el ciclón y realizan mediciones directas y remotas. El avión también lanza sondas GPS en el ciclón. Miden temperatura, humedad, presión y especialmente, los vientos entre el nivel de vuelo y la superficie del océano.
En la observación de huracanes, ha comenzado una nueva era cuando una aerosonda pilotada remotamente fue lanzada al interior de la Tormenta Tropical Ophleia a su paso por la Costa Este de Virginia durante la temporada atlántica de huracanes del año 2005. Se ha convertido en una nueva forma de examinar tormentas en bajas latitudes, en las que los pilotos humanos raramente se atreven a internarse.
Los ciclones lejos de tierra son monitorizados por satélites meteorológicos que capturan imágenes visibles e infrarrojas desde el espacio, habitualmente en intervalos de quince a treinta minutos. Según se aproximan a tierra, pueden observarse desde superficie con un Radar Doppler. Los radares desempeñan un papel crucial alrededor de la entrada en tierra porque muestra la intensidad y ubicación de la tormenta minuto a minuto.
Recientemente, los investigadores académicos han comenzado a desplegar estaciones fortificadas para aguantar vientos huracanados. Los dos programas más grandes son el Programa de Monitorización de la Costa de Florida[55] y el Wind Engineering Mobile Instrumented Tower Experiment.[56] Durante la entrada en tierra, la División de investigación de huracanes de la NOAA compara y verifica los datos del avión de reconocimiento, incluyendo datos como la velocidad del viento en la altura de vuelo y de las sondas GPS, con los datos sobre velocidad de vientos transmitida en tiempo real desde las estaciones atmosféricas erigidas a lo largo de la costa (además de otros datos relevantes para la investigación). El Centro Nacional de Huracanes usa los datos para evaluar las condiciones de entrada en tierra y verificar predicciones.
Clasificación
Los ciclones tropicales se clasifican de acuerdo a la fuerza de sus vientos, mediante la escala de huracanes de Saffir-Simpson. Basándose en esta escala, los huracanes Categoría 1 serían los más débiles y los Categoría 5 los más fuertes.
Para medir la intensidad del viento generalmente se usa la Escala de Beaufort, basada principalmente en el estado del mar, de sus olas y la fuerza del viento.
Nomenclatura de los ciclones tropicales
Artículo principal: Listado de nombres de los ciclones tropicales
Las tormentas que alcanzan fuerza tropical reciben un nombre, para ayudar a la hora de formular demandas del seguro, ayudar a advertir a la gente de la llegada de una tormenta y además para indicar que se trata de fenómenos importantes que no deben ser ignorados. Estos nombres se toman de listas que varían de región a región y son renovadas cada pocos años. Las decisiones sobre dichas listas dependen de cada región, ya sea por comités de la Organización Meteorológica Mundial (a los que se llama normalmente para discutir muchos otros asuntos), o las oficinas meteorológicas involucradas en la predicción de tormentas.
Cada año, los nombres de tormentas que hayan sido especialmente destructivas (si ha habido alguna) son "retirados" y se eligen nuevos nombres para ocupar su lugar.
Esquemas de nomenclatura
El IV Comité de Huracanes de la Asociación Regional de la OMM (Organización Meteorológica Mundial) selecciona los nombres para las tormentas de las regiones atlántica y pacífico central y este.
En el Atlántico, y Pacífico Norte y Este, los nombres masculinos y femeninos se asignan alternativamente en orden alfabético durante la temporada en curso. El "género" de la primera tormenta del año también alterna cada año: la primera tormenta de un año impar recibe nombre femenino, mientras que la primera de un año par, masculino. Se preparan con antelación seis listas de nombres y cada una se utiliza cada seis años. Se omiten las letras Q, U, X, Y y Z — en el Atlántico; en el pacífico sólo se omiten Q y U así el formato se acomoda a 21 o 24 tormentas "nombradas" en una temporada de huracanes. Los nombres de las tormentas pueden ser retirados tras la petición de los países afectados si han causado daños extensivos. Los países afectados deciden entonces un nombre de reemplazo del mismo género, y si es posible, de la misma etnia que el nombre que se retira.
Si hay más de 21 tormentas con nombre en la temporada atlántica, o más de 24 en la temporada del Pacífico Este, el resto de tormentas son nombradas usando las letras del Alfabeto Griego: la vigésimo segunda tormenta es llamada "Alfa", la vigésimo tercera, "Beta", y así sucesivamente. Fue necesario durante la temporada de 2005 cuando la lista se agotó. No hay precedente para una tormenta nombrada con una letra griega haya causado daño suficiente como para justificar su retirada, por lo que se desconoce cómo se manejará esta situación, con, por ejemplo, el Huracán Beta.
En la región del Pacífico Norte Central, los listados son mantenidos por el Centro de Huracanes del Pacífico Central en Honolulu. Se eligen cuatro listas de nombres en hawaiano y se usan de forma secuencial sin importar el año.
En el Pacífico Noroeste, las listas de nombres son mantenidas por el Comité de Tifones de la WMO. Se usan cinco listas de nombres, en la que cada una de las 14 naciones participantes aporta dos nombres a cada lista. Los nombres se usan según el orden de los países en inglés, secuencialmente, sin importar el año. Desde 1981, el sistema de numeración ha sido el sistema primario para identificar ciclones tropicales entre los miembros del Comité y todavía está en uso. Los números internacionales son asignados por la Agencia Meteorológica de Japón en el orden que se forma una tormenta tropical, mientras que también pueden asignarse otros números diferentes dependiendo de cada comité regional. El tifón Songda de septiembre de 2004, fue denominado internamente con el número 18 en Japón, y sin embargo en China fue con el 19. Internacionalmente, está registrado como el TY Sonda (0418), siendo "04" los dos últimos dígitos del año.
La Oficina de Meteorología Australiana mantiene tres listas de nombres, una para cada región (Oeste, Norte y Este). También existen listas para las regiones de Fiji y Papúa Nueva Guinea.
El servicio meteorológico de las islas Seychelles mantiene una lista para el Océano Índico Sudoeste. Allí, se usa una lista nueva cada año.
Historia de la nomenclatura de ciclones tropicales
Durante varios cientos de años antes de la llegada de los europeos a las Indias, los huracanes eran nombrados según la festividad que se celebraba el día después en el que la tormenta golpeaba la región.
La práctica de dar nombres de personas fue introducida por Clement Lindley Wragge, un meteorólogo australiano a finales del siglo XIX. Usaba nombres de chicas, los nombres de los políticos que le habían ofendido o atacado, y nombre de la historia y la mitología.[57] [58]
Durante la Segunda Guerra Mundial, los ciclones tropicales solo recibían nombres femeninos, principalmente para ayudar a los pronosticadores, y en cierto modo, de una manera ad hoc. Adicionalmente, la novela escrita en 1941 por George R. Stewart Storm ayudó a popularizar el concepto de dar nombres a los ciclones tropicales[59]
De 1950 a 1953, se usaron nombres del Alfabeto fonético aeronáutico. La convención moderna apareció como respuesta a la necesidad de realizar comunicaciones que no fuesen ambiguas entre barcos y aviones. Al aumentar el tráfico de transportes y las observaciones meteorológicas mejorar en número y calidad, varios tifones, huracanes o ciclones podían ser monitorizados al mismo tiempo. Para ayudar en su identificación, a principios de 1953 la práctica de nombrar sistemáticamente tormentas tropicales y huracanes fue iniciada por el Centro Nacional de Huracanes de Estados Unidos. Las nomenclaturas ahora son mantenidas por la Organización Meteorológica Mundial.
Para seguir con la costumbre del idioma inglés de referirse a objetos inanimados como bote, trenes, etc., usando el pronombre femenino "ella", los nombres usados eran exclusivamente femeninos. La primera tormenta del año era asignada con la letra "A", la segunda con la letra "B", etc. Sin embargo, dado que las tormentas tropicales y los huracanes son básicamente destructivos, algunas personas consideraron esta práctica como sexista. La Organización Meteorológica Mundial respondió a estas preocupaciones en 1979 con la introducción de nombres masculinos en la nomenclatura. También ese mismo año se inició la práctica de preparar listas de nombres antes del inicio de la temporada. Los nombres, son usualmente de origen inglés, francés o español en la región atlántica, dado que estos tres idiomas son los predominantes en la región donde las tormentas se forman habitualmente. En el hemisferio sur, los nombres masculinos hicieron su entrada en 1975.[58]
Renombramiento de los ciclones tropicales
En muchos casos, un ciclón tropical retiene su nombre durante toda su vida. Sin embargo, puede ser renombrado en varias ocasiones.
• Cuando una tormenta tropical entra al Océano Índico Sudoeste desde el este. En el Océano Índico Sudoeste, Météo-France da en Reunión un nombre a la tormenta tropical una vez que haya superado los 90° E desde el este, incluso aunque ya haya sido nombrada. En este caso, el Centro de Alertas sobre tifones (JTWC) pondrá dos nombres juntos separados por un guión. Algunos ejemplos incluyen al Ciclón Adeline-Juliet a principios de 2005 y Ciclón Bertie-Alvin a finales del mismo año.
• Cuando una tormenta tropical cruzaba desde el Atlántico al Pacífico, o viceversa, antes de 2001.
o Era la norma del Centro Nacional de Huracanes (NHC) el renombrar una tormenta tropical que cruzase desde el Atlántico al Pacífico, o viceversa. Los ejemplos incluyen al Huracán Cesar-Douglas en 1996 y el Huracán Joan-Miriam en 1988.[60]
o En 2001, cuando Iris se movió sobre América Central, el NHC mencionó que retendría su nombre si se regeneraba en el Pacífico. Sin embargo, la depresión tropical desarrollada de los restos de Iris fue llamada Quince-E. Posteriormente, la depresión se convirtió en la Tormenta Tropical Manuel. El NHC explicó que Iris se había disipado como ciclón tropical antes de entrar en la región este del Pacífico Norte.[61]
o En 2003, cuando Larry se movió sobre México, el NHC intentó clarificar el asunto: "Si Larry permanece como ciclón tropical durante su pasaje sobre México, retendrá su nombre. Sin embargo, se le dará un nuevo nombre si la circulación en superficie se disipa y se regenera en el Pacífico."[62]
o No han habido ciclones tropicales que hayan retenido su nombre durante el paso del Atlántico al Pacífico o viceversa.
• Incertidumbres de la continuación.
o Cuando los restos de un ciclón tropical se desarrollan de nuevo, el sistema regenerado será tratado como un nuevo ciclón tropical si hay incertidumbre de continuación, incluso aunque el sistema original pueda contribuir a la formación del nuevo sistema. Un ejemplo es la Depresión Tropical 10-Depresión Tropical 12 (que se convirtió en el Huracán Katrina) de 2005.
• Errores humanos.
o A veces pueden haber errores humanos que conduzcan a un renombramiento de un ciclón tropical. Esto es más probable si el sistema está pobremente organizado o si pasa del área de responsabilidad de un pronosticador a otro. Algunos ejemplos incluyen Tormenta Tropical Ken-Lola en 1989 y la Tormenta Tropical Upana Chanchu en 2000.[63]
Efectos
Un ciclón tropical maduro puede expulsar calor a razón de hasta 6x1014 vatios.[21] Los ciclones tropicales en el mar abierto causan grandes olas, lluvias torrenciales y fuertes vientos, rompiendo la navegación internacional y, en ocasiones, hundiendo barcos. Sin embargo, los efectos más devastadores de un ciclón tropical ocurren cuando cruzan las líneas costeras, haciendo entrada en tierra. Un ciclón tropical moviéndose sobre tierra puede hacer daño directo de cuatro maneras:
• Fuertes vientos - El viento de fuerza de huracán puede dañar o destruir vehículos, edificios, puentes, etc. También puede convertir desperdicios en proyectiles voladores, haciendo el exterior mucho más peligroso.
• Marejada ciclónica - Los ciclones tropicales causan un aumento en el nivel del mar, que puede inundar comunidades costeras, Éste es el peor efecto, ya que históricamente los ciclones se cobran un 80% de sus víctimas cuando golpean en las costas por primera vez.
• Lluvias torrenciales - La actividad tormentosa en un ciclón tropical puede causar intensas precipitaciones. Los ríos y corrientes se desbordan, no se puede circular en carretera y pueden ocurrir deslizamientos de tierra. Las áreas en tierra pueden ser particularmente vulnerables a inundaciones de agua dulce, si los residentes no se preparan adecuadamente[64] La Climatología de Precipitaciones de Ciclón Tropical muestra algunos récords conocidos, país por país.
• Actividad de tornados - La amplia rotación de un huracán crea tornados frecuentemente. Los tornados también pueden ser producto de mesovórtices en la pared del ojo que persistan hasta la entrada en tierra. Aunque estos tornados no son tan fuertes como los no tropicales, pueden causar tremendos daños igualmente.[65
Frecuentemente, los efectos secundarios de un ciclón tropical son igualmente dañinos. Éstos incluyen:
• Enfermedades - El ambiente húmedo después del paso de un ciclón tropical, combinado con la destrucción de instalaciones sanitarias y un clima tropical húmedo puede inducir epidemias que se siguen cobrando vidas tiempo después de que la tormenta haya pasado. Una de las lesiones más comunes post-huracán es pisar un clavo en los escombros causados por la tormenta, que conducen al riesgo de contraer el tétanos o otra infección. Las infecciones de cortes y contusiones pueden amplificarse notablemente vadeando aguas residuales contaminadas. Las grandes superficies cubiertas de agua por una inundación también contribuyen a contraer enfermedades transportadas por mosquitos. Así mismo, el ambiente húmedo contribuye a la proliferación de bacterias patógenas y virus, causantes de diversas enfermedades infecto-contagiosas.
• Cortes de energía - Los ciclones tropicales normalmente dejan a decenas o cientos de miles de personas (ocasionalmente millones si el área urbana afectada es muy grande) sin energía eléctrica, impidiendo comunicaciones vitales y obstaculizando los trabajos de rescate.
• Dificultades de transporte - Los ciclones tropicales pueden destruir frecuentemente puentes clave, pasos superiores, y carreteras, complicando las tareas de transportar comida, agua potable y medicinas a las áreas que lo necesitan.
Efectos beneficiosos de los ciclones tropicales
Aunque los ciclones pueden causar una gran cantidad de pérdidas humanas y materiales, pueden ser determinantes en los regímenes de precipitación de los lugares en los que impactan, y llevar lluvias muy necesarias a zonas que de otro modo serían desérticas. Los huracanes que se forman en el Pacífico Norte este, habitualmente aportan humedad a la región sudeste de Estados Unidos y partes de México.[66] Japón recibe más de la mitad de sus precipitaciones anuales directamente de los tifones.[67] El Huracán Camille evitó condiciones de sequía y terminó con el déficit de agua en gran parte de su recorrido.[68]
Adicionalmente, la destrucción causada por Camille en la costa del Golfo estimuló el redesarrollo, incrementando sensiblemente el valor de la propiedad local.[68] Por otro lado, el personal oficial encargado de responder en situaciones de catástrofe, aseguran que el redesarrollo motiva a la gente a vivir en lugares que son claramente peligrosas en futuras tormentas. El Huracán Katrina es el ejemplo más obvio, ya que devastó la región que había sido revitalizada por Camile. Por supuesto, muchos residentes y negociantes han relocalizado sus negocios tierra adentro, lejos de la amenaza de futuros huracanes.
Los huracanes también ayudan a mantener el balance global de calor, desplazando calor y aire húmedo tropical a las latitudes medias y regiones polares. James Lovelock también ha realizado la hipótesis por la que, aumentando los nutrientes de la flora marina a los niveles de más cercanos a la superficie del océano, incrementarían también la actividad biológica en áreas donde la vida sería difícil por la pérdida de nutrientes según la profundidad del océano.
En el mar, los ciclones tropicales pueden revolver el agua, dejando una estela fresca a su paso,[27] lo que provoca que la región sea menos favorable para un subsecuente ciclón tropical. En raras ocasiones, los ciclones tropicales pueden hacer lo contrario. En 2005, el Huracán Dennis arrastró agua cálida a su paso, contribuyendo a la formación del Huracán Emily, siendo así el primer precedente de formación de un huracán que posteriormente alcanzaría Categoría 5.[69]
Tendencia en la actividad ciclónica a largo plazo
Si bien el número de tormentas en el Atlántico ha aumentado desde 1995, no parece haber señales de una tendencia a aumentar en el cómputo global; el número anual para todo el mundo, se sitúa en unos 90 ciclones tropicales.[18]
Las tormentas atlánticas, se están volviendo más destructivas a nivel financiero, ya que, cinco de las diez tormentas más "caras" en Estados Unidos han ocurrido desde 1990. Esto puede atribuirse, en gran parte, al número de personas residentes en áreas costeras susceptibles, y al desarrollo masivo experimentado en la región desde la última oleada violenta de actividad en la década de los 60.
Frecuentemente, en parte por las amenazas de huracanes, muchas regiones costeras tenían una población escasa en los puertos más importantes, hasta la llegada del automóvil de clase turista, por lo tanto, las porciones más duras de tormentas golpeando la costa eran frecuentemente desmedidas. Los efectos combinados de la destrucción de barcos y las entradas en tierra lejos de núcleos urbanos limitaban severamente el número de huracanes intensos en el registro oficial antes de la era del avión de reconocimiento y la meteorología por satélite. Aunque el registro muestra un aumento distinto en el número y fuerza de huracanes intensos, por lo que los expertos analizan los datos anteriores sin tomarlos como certeza.
El número y fuerza de huracanes en el Atlántico puede experimentar un ciclo de 50 a 70 años. Aunque es más común desde 1995, entre 1970 y 1994 ocurrieron algunas temporadas cuya actividad fue superior a la media. Los huracanes más destructivos golpearon de forma frecuente entre 1926-60, incluyendo muchos major hurricanes en Nueva Inglaterra. En 1933 se registró un récord de 21 tormentas tropicales, que sólo ha sido superado por la temporada de 2005. En las temporadas de 1900 a 1925, la formación de huracanes tropicales fue bastante infrecuente; sin embargo, muchas tormentas intensas se formaron entre 1870-1899. Durante la temporada de 1887, se formaron 19 tormentas tropicales, de las cuales 4 ocurrieron después del 1 de noviembre. y 11 se convirtieron en huracanes. Entre los años 1840 a 1860 de nuevo se formaron pocos, pero muchos golpearon las costas a principios de 1800, incluyendo una tormenta en 1821 que entró directamente en Nueva York, y de la cual, algunos expertos meteorólogos, aseguran pudo tratarse de un huracán de categoría 4.
Estas temporadas de huracanes inusualmente activas, literalmente devoraron la cobertura de los satélites en la región atlántica, lo que permite a los pronosticadores ver todos los ciclones tropicales. Antes de que la era de los satélites comenzase en 1961, las tormentas o huracanes tropicales sólo podían ser detectadas si un barco se encontraba con ésos fenómenos de forma directa. El registro oficial, por lo tanto, seguramente carece de muchas tormentas en las que ningún barco experimentó vientos de galerna o huracanados, o bien no las reconocieron como tormentas tropicales (probablemente siendo comparados a un ciclón extra tropical a altas latitudes, una onda tropical o un breve chubasco), y al volver al puerto, no eran reportados.
Calentamiento global
Una pregunta frecuente es si el calentamiento global puede causar ciclones tropicales más frecuentes y violentos. Hasta ahora todos los climatólogos parecen estar de acuerdo en que una sola tormenta, o incluso una sola temporada, no puede ser atribuida a una única causa como el calentamiento global o incluso una variación natural.[70] La pregunta es si existe una tendencia estadística que indique un aumento en la fuerza o frecuencia de los ciclones. La Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos dice en su guía de preguntas frecuentes sobre huracanes que "es altamente inverosímil que el calentamiento global pueda (o podrá) contribuir a un cambio drástico en el número o intensidad de los huracanes".[71]
Respecto a la fuerza, hasta hace poco se había alcanzado una conclusión similar por consenso. Este consenso fue cuestionado por Kerry Emanuel. En un Artículo en Nature,[72] Emanuel afirmó que el potencial de destrucción de los huracanes, que combina fuerza, duración y frecuencia de los mismos "está altamente correlacionado con la temperatura del mar, reflejando señales climáticas bien documentadas, incluyendo oscilaciones multidecadales en el Atlántico Norte y Pacífico Norte y el calentamiento global". K. Emanuel además, predijo "un sustancial aumento en las pérdidas relacionadas con huracanes en el siglo veintiuno".[73]
En términos similares, P.J. Webster y otras personas, publicaron un artículo[74] en Science[75] examinando "cambios en el número de ciclones tropicales, duración e intensidad" durante los últimos 35 años, un período para el que se disponen de datos por satélite. El hallazgo principal fue que mientras el número de ciclones "disminuyó en todas las regiones excepto el Atlántico Norte durante la última década", hubo un "gran incremento en el número y proporción de huracanes alcanzando categorías 4 y 5." Esto significa, que si bien el número general de ciclones había disminuido, el número de tormentas muy fuertes había aumentado.
Tanto Emanuel como Webster y otros, consideran que la temperatura del mar es una clave importante en el desarrollo de los ciclones. Es inevitable formularse la pregunta: ¿qué ha causado el aumento observado en las temperaturas de la superficie del mar? En el Atlántico, podría ser debido a la Oscilación Atlántica Multidecadal (AMO), un patrón de 50–70 años de variabilidad en la temperatura. Emanuel, sin embargo, descubrió que el aumento reciente estaba fuera del rango de las oscilaciones previas. Por lo tanto, tanto una variación natural (como la AMO) y el calentamiento global, podrían haber contribuido al calentamiento del Atlántico tropical durante las últimas décadas, pero por ahora, es imposible hacer una atribución exacta a cada apartado.[70]
Mientras Emanuel analizaba la energía disipada anualmente, Webster y su grupo analizaban el, algo menos importante, porcentaje de huracanes en categorías 4 y 5, y descubrieron que este porcentaje había aumentado en 5 de las 6 regiones: Atlántico Norte, Pacífico Nordeste y Noreste, Pacífico Sur e Índico Norte y Sur. Dado que cada región podría estar sujeta a oscilaciones locales similares a la AMO, cualquier estadística individual para una región queda en el aire. Pero si las oscilaciones locales no están sincronizadas por alguna oscilación global no identificada todavía, la independencia de las regiones permite las pruebas estadísticas comunes que son mucho más concretas que cualquier prueba regional. Desgraciadamente, Webster no hizo dicha prueba.
Bajo la presunción de que las seis regiones son estadísticamente independientes para el efecto del calentamiento global,[76] se realizó el t-test y se encontró que la hipótesis nula de que el calentamiento global no haya impactado en el porcentaje de huracanes de categoría 4 y 5, puede ser rechazada en un nivel de un 0,1%. Por lo tanto, sólo hay 1 oportunidad entre 1.000 de encontrar simultáneamente los seis aumentos observados en los porcentajes de huracanes de dichas categorías. Esta estadística necesita cierto ajuste, porque las variables a prueba no están distribuidas en variaciones iguales, pero puede dar incluso mejores evidencias de que se haya detectado el impacto del calentamiento global en la intensidad de los huracanes.
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